Aprendiendoaescribir's Weblog

Empiezan chulas, coloridas y muy subiditas de azúcar. Aquí las tienen, señoras y señores: Chips Ahoy, Chiquilín, Oreo, Tostarica y demás mitos culinarios infantiles. Todas con paquetes de lujo, algunas le pegan al chocolate.

La siguiente tanda es mucho menos llamativa, algo así como la “sección aburrida” del pasillo: galletas integrales, sin azúcar, enriquecidas, etc. Aunque por aquí aún asoma alguna que otra golfilla con frutos secos o cobertura chocolatera.

“¿Más té, querida?”. Es a lo que nos incitan los envases de enfrente. Surtidos de formas delicadas y gusto fino que abundan en el reino de la mantequilla y el barquillo.

Y un poquito más allá, ya casi al fondo, las galletas para público menor de edad; subsidiarias de otros productos de éxito, con formas de animalitos, de flores, de cohetes del espacio. Casi se pelean por un hueco con los panes de leche y los bizcochos.

En cada uno de estos grupos encontramos, como no, a esas auténticas mercenarias del ahorro: las galletas de marca blanca. Muchas de ellas resultan un sustituto económico aceptable de sus admirados ídolos. Otras se condenan sosamente al olvido del paladar. Pero algunas, las más afortunadas, eclipsan con creces a las galletas que las inspiraron.