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Los Protegidos (Ida y Vuelta) no aporta nada nuevo. Quizás si no has visto Los Increíbles las tramas y los personajes puedan llegar a engancharte y seas capaz de ignorar una producción bastante pobre y unos efectos visuales cutrongos. La mezcla «Globomedia meets Heroes» tiene su puntillo curioso y no deja de ser interesante, pero claro, aunque tiene el planteamiento de serie familiar de la primera, le falta -a rabiar- la estética, el ritmo endiablado y los cliffhangers (hablo de la primera temporada) de la segunda. Vaaale, venga, de acueeerdo, ya sabemos que no hay dinero. Pero para una serie de género como ésta por lo menos podría notarse que han hecho un esfuerzo, ¿no?. Porque a nivel de guión está en la media e incluso sobresale a veces, a pesar de la lacra de los 70 minutos. Y aunque quiero mandar a la niña pequeña al bosque con Evelyn y Paula (a ver si el gnomo se las come a las tres de una puñetera vez), Antonio Garrido y Angie Cepeda se lo curran de forma muy aceptable. Y tiene su gracia y sus intenciones encomiables contar una de superhéroes y además les está haciendo un 18%, joder. Y si ya visualmente fuera como Doctor Mateo o Hay alguien ahí… ¿Cuándo tendremos en nuestra ficción esa alineación planetaria que junte el talento de los distintos campos del sector audiovisual para hacer una serie en la que todos los aspectos estén a la altura? Personalmente, espero que la verdad esté ahí fuera. Concretamente en la vuelta de Pelotas.

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Elegante, cerebral, impecable. Hacía tiempo que Mad Men se merecía un post en esta humilde morada bloguera. Y es que se ha ganado su pedestal a pulso: una puesta en escena que quita el hipo, una realización bellísima, de manual clásico, unos intérpretes que están a la altura de  personajes y tramas que han ido creciendo y ganando en sustancia con cada una de las temporadas. ¡Y qué guiones! Si el ser humano pudiera alimentarse de subtexto, Mad Men acabaría con el hambre en el mundo. Estoy convencida de que el fantasma de Hitchcock se pasea por cada una de las grabaciones mostrando orgulloso su barriga y bendiciendo al equipo con su puro como si fuera un botafumeiro.

(Perdón por los ESPOILERS)

Esta tercera temporada ha sido magistral. Don vuelve a ser el centro del universo y un cazo de leche hirviendo o un puño arrugando una hoja de papel son excusas perfectas para flashbackearnos a su pasado de Grandes Depresiones y zapatos agujereados, para hacernos comprender que este personaje sigue trabajando por poder añadir un ladrillo en el complejo y turbador edificio de la América del siglo XX. Los secundarios siguen siendo un lujo (Sterling y sus líos familiares, los chicos de la agencia, los británicos con sus impostadísimos acentos, etc.), pero a mí las que me apasionan son ELLAS. Esta temporada nos ha regalado a una Betty Draper que, más allá de demostrar que January Jones es Grace Kelly reencarnada que ha vuelto para darnos lecciones de glamour (que no es poco), se muestra como un personaje más simpático, fuerte y maduro. Joan nos ha enseñado una vez más cómo sale adelante una tigresa en la jungla neoyorquina de finales de los sesenta: con muchísima sabiduría vital, encantos femeninos y unas gotitas de perfume. Y Peggy… No tengo palabras para describir la devoción que siento por el personaje de Peggy Olson, y eso que en esta temporada no le han dado todo el espacio que se merece. Pero esto es sólo mi visión distorsionada de la realidad, claro está, porque Peggy ha tenido momentos absolutamente triunfales: su brainstorming fumada o la visita que le hace Don -su media naranja laboral- en el último capítulo en la que le dice eso de «I wanna spend the rest of my life trying to hire you». Más allá de sus entretenidos embrollos corporativos, del interesantísimo mundo de la publicidad, de la mente y el corazón de sus personajes y de la recreación histórica,  la serie se huye del cliffhanger de estar por casa y despide la temporada con un final que es un principio. Otra cosa más que agradecer a Matthew Weiner y compañía.

Decir que Mad Men es una serie de primera no es ser nada original. Pero es lo que tienen las verdades universales.

 

 

CUIDADÍN, QUE HAY ESPOILERS

Érase una vez un nido de médicos con mentalidad postadolescente llamado Seattle Grace. Érase una vez una panda de residentes egocéntricos y competitivos hasta la saciedad, hasta hacerme perder cualquier rastro de simpatía o empatía hacia ellos. Érase una vez una serie centrada en «yo, yo y después, yo» que utilizaba temas como el amor, la vida y la muerte como mero vehículo para tramas de culebrón teen. Afortunadamente, también érase una vez la Doctora Bailey.

En ese mar de desordenes hormonales y emocionales en el que navegan los personajes de Anatomía de Grey, hay una pequeña isla en la que habita Miranda Bailey (Chandra Wilson). En su isla, la doctora tententieso tiene que luchar contra  la angustia que le produce ser una madre ausente mientras siente un amor inmenso hacia su trabajo. Tiene que lidiar con su deseo de aceptar una beca de investigación en pediatría, mientras su jefe y su (casi ex) marido la presionan para quedarse en cirugía general y con el hastío que ésto le produce. Además, desde el episodio piloto, Bailey tiene que ser la «mami del hospital» de todos los residentes. Y aunque en esta quinta temporada alza de nuevo la vista desde su isla para mandar  miradas de preocupación, aprobación y condescendencia a sus polluelos; se podría decir que ya tiene una cosa menos de la que preocuparse.

Y es que en esta temporada (cuya segunda parte empieza a emitir  Cuatro este jueves por la noche) pasa algo sorprendente: muchos de los personajes crecen. Shonda Rhymes, su equipo de guionistas, gran parte de la crítica y muchos de los fans de la serie están empeñados en que los personajes de Anatomía… llevan creciendo desde la primera temporada. Mentira. Puedo jurar sobre la biblia de Doctor en Alaska que hasta esta última entrega, una servidora tenía alumnos adolescentes con más madurez mental que gran parte de la plantilla de cirujanos del Seattle Grace. Pero se hizo el milagro y en la quinta, muchos de ellos comienzan a convertirse en adultos (la enfermedad de Izzie, su relación con Alex, la boda de Meredith y Dereck, la tortuosa relación de Cristina y Owen, Callie y su puesta de largo en la edad adulta). Cierto es que algunos se quedan en el camino (Adiós George O’Malley, qué aburrimiento lo de la hija de Spielberg y qué poco hemos visto de lo de Sloan y la pequeña Grey), pero se agradece ver que la serie es más coral que nunca y, sobre todo, que la insoportable Meredith Grey (Ellen Pompeo) se va haciendo un poco más llevadera. Ah, y con el cliffhanger del final de temporada se han asegurado una buenísima audiencia para abrir la siguiente en otoño.  No ha estado nada mal verlos en acción. Nada mal.

 


junio 2023
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Teasing and braiding can, like any craft, be learned. But as to determining which episodes hold promise (as oysters hold pearls), it is not without justice that this art is called divining.

PARTIDA DE NACIMIENTO