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Profe, la semana pasada hice los deberes. ¡Mira!

Cuestión de sexo: Después de las promos impecables a las que Cuatro nos tiene acostumbrados, se vio un primer capítulo de principio de temporada normalito tirando a flojo, como de 4’5. Apertura de nuevas tramas que, aunque parecen más curradas y prometedoras que las de la segunda temporada, muestran un claro retroceso a los tintes dramáticos de la primera (que por otra parte, les dieron mejores resultados de audiencia). Y es una pena, porque el contenido de estas nuevas tramas no justifica ese giro dramático de por sí y esto afecta mucho al ritmo del capítulo. Lo mejor, para mí, que Gonzalín sigue ahí (aunque no me lo aprovecharon como él se merece),  junto con Willy Toledo y los demás veteranos. Una de las mejores bazas de esta serie son sus actores. En lo que respecta a las nuevas incorporaciones, me puse muy contenta al ver aparecer a la divertidísima Mariam Hernández y al encantador (y muy buen actor) Adrià Collado. Lo de Alejandro Tous ya es otro tema, aunque creo que al estar rodeado de un elenco bastante decente, muy mal lo tiene que hacer para estropear la serie él solito.  Por otro lado, la decisión de cargarse a Vero y al calzonazos me parece acertada, esta pareja ya no aportaba nada a nivel narrativo. Eso sí, echaré de menos las manipulaciones de Vero a lo Gabrielle Solis. Pero ¿por qué?, ¿por qué?, ¿por qué?  ¿Por qué hacer una dramedia cuando puedes hacer una comedia loca y sofisticada? Tal vez esto cambie en próximos episodios, pero no lo creo.

Águila Roja: Desde aquí espero sinceramente que los cinco millones de espectadores de audiencia que consiguió Águila Roja el jueves pasado fueran fruto solo de la espectación levantada por el constante bombardeo publicitario previo al estreno.  Antes de continuar, me gustaría decir que lo mejor de esta propuesta es su apuesta arriesgada por hacer una serie de aventuras ambientada en el siglo de oro,  así como por echar los restos para convertirla en una superproducción. Dicho así puede parecer poca cosa, pero tal y como ha funcionado la ficción televisiva en España durante los últimos años, están corriendo un riesgo grande.  Y eso es todo lo bueno que puedo decir de este engendro, porque en general la frase que más me vino a la cabeza mientras veía el piloto en la web de La Primera fue: «Verguenza de vuestros hijos».  Empecemos con la verosimilitud, concepto básico en cualquier producto de ficción y cuya importancia se manifiesta especialmente cuando entramos en películas o series «de época». Aunque este fuera el único fallo de la serie, a mí ya me habrían perdido. Para empezar, no me creo el lenguaje. Y esto es algo sacrosanto para mí. No es que me considere miembro de la Santa Inquisición de la Lengua Española, pero creo que el lenguaje es un instrumento vivo, reflejo de múltiples aspectos de la sociedad en la que nace y se desarrolla y, por lo tanto, una manera rápida y casi intuitiva para el escritor/dramaturgo/guionista de contextualizar la historia.  A ver, que no hace falta que todo el mundo hable como en La vida es sueño (de hecho, eso tampoco sería adecuado), pero el público no es tonto y no se merece que un personaje diga «mami» o utilice «vale» como muletilla en pleno siglo XVII. Un buén ejemplo de cómo podrían hablar los personajes es la maravillosa serie Roma. Pensada para un público de habla inglesa y creada en ese mismo idioma, los guionistas y analistas históricos de la serie sabían que gran parte de su público potencial no sabía latín (ni les interesaría). ¿Era necesario, por lo tanto, hacer una melgibsonada   y poner a los personajes a hablar en una lengua muerta? No. Eso sería un suicidio, porque solo la verían los profes de latín (Un saludo para mi profe de latín del instituto, ¡qué majo!). Imagino que por eso se tomó la decisión de hacer que los personajes utilizaran un lenguaje que, aunque resulta claro, está teñido de giros arcaícos y guiños a la tradición teatral anglosajona. El resultado: el espectador entiende perfectamente los diálogos y al mismo tiempo, los creadores están siendo respetuosos (dentro de los parámetros de la ficción) con las convenciones históricas y sociales del período en el que han ambientado su serie. ¿Por qué han pasado de hacer esto en Águila Roja? ¿Por qué no se han gastado dinero en un equipo de asesores históricos y lingüísticos como dios manda para pulir  ycorregir unas enormes imprecisiones históricas,  en vez de contratar al triste de Francis Lorenzo? Y es que parece que la gente que hace esta serie no haya visto series históricas en su vida, no haya visto (ya sé que soy pesada, pero es que me encanta) una pedazo de serie como Roma. O, si la han visto, tenían los ojos cerrados y tapones en los oídos o estaban metidos en el facebook. Por no hablar de la duración: 80 minutos como ochenta horas que hacen que tramas con buenas intenciones se desinflen por el camino. No sé, en general este estreno de Globomedia hizo que me hirviera la sangre. Porque han cogido una idea con tradición cultural y con gancho para un público amplísimo y se la han pasado por el forro de los cojones. Porque no se han trabajado a los personajes, ni la interacción entre ellos. Porque las tramas son de borrador de escaleta y eso se nota para mal en el montaje final. Porque parece que no han sabido invertir sabiamente en lo que a uso de medios técnicos respecta. Porque no me creo a casi ninguno de sus actores. Pero sobre todo, porque han convertido la serie en una adaptación al siglo XVII de Los Serrano, Aída y El Internado. Vamos, que les ha importado más imprimir el sello Globomedia por todas partes que respetar el derecho inviolable (por desgracia, solo en teoría) de cada historia a ser escuchada y ser contada de acuerdo a su espíritu y a sus propias reglas.

Doctor Mateo : Sin duda, una sorpresa muchísimo más agradable que la de Águila Roja. Qué alegría ver esos preciosos exteriores en la tele (espero que no se les caiga el presupuesto y podamos seguir disfrutándolos), qué gran acierto al elegir a muchos de los actores (muchos, lo suficientemente conocidos como para no asustar, pero no tan famosos como para infectar sus personajes con los estereotipos que se traen de trabajos anteriores) y qué bueno ver que dentro de la temática costumbrista que tanto nos gusta en este país, se puede innovar e incluir elementos de calidad. Claro está que esta serie no es original, sino una copia (me temo que casi calcada) de la inglesa Doc Martin, pero bueno, la productora y los actores siempre han hablado abiertamente de ello y no creo que gran parte del público lo sepa, o que le importe. El caso es que Doctor Mateo no trae nada nuevo bajo el sol pero si recuerda a la versión británica (que no he visto), a joyas míticas como Doctor en Alaska o a productos de éxito e inteligentes como House, yo creo que es para bién. En concreto, como fiel espectadora de estas dos últimas, no me sentí ofendida en ningún momento por los parecidos (bastante obvios, por cierto) que muestra la serie de Antena 3.  Los diálogos me parecieron apañados (aunque les falta pulir mucho) y el capítulo en general bién estructurado (aunque hubo un fallo de coherencia que no hizo añicos la estructura pero fue una cagada como las de Rafa Méndez). Pero lo que más me gusta de esta serie puede que sea su esencia. La mezcla de ironía y costumbrismo es 100% british, aquí no me voy a engañar y a pensar que el mérito es nuestro, pero creo que le da un aire muy fresco que va muy bién con la historia y los personajes. Además, ¡por fin un capítulo de una serie española que no se me hace largo! En ese sentido, creo que han acertado con el ritmo. Esperemos que lo del domingo pasado haya sido el comienzo de una bella amistad, mi vuelta a los productos de ficción de Antena 3 (desde el final de Aquí no hay quien viva, no había conseguido ver un capítulo entero de nada en esta cadena) y a las series españolas en general.

Pelotas: Corbacho, como personaje televisivo, es bastante «fistro». Eso lo saben hasta los abuelos que se sientan en los taburetes del bar El Tropezón, como diría Manolito Gafotas. Pero como director, ¡ay!, es un pequeño genio de las miserias cotidianas. Y tiene un guionista estupendo al lado, que le ayuda con el desarrollo de las historias, por poner solo un ejemplo de las muchas cosas que este hombre hará bién en su trabajo. De Pelotas hay que destacar, lo primero, su duración. Al igual que con Doctor Mateo, se está viendo un intento de reducir los capítulos de las series de ficción nacional en prime time y eso, aunque las cadenas y los patrocinadores no se lo crean, se agradece muchísimo y a la larga dará mejores resultados que los churros que se emiten ahora. El intento todavía es tímido, pero yo creo que ya no hay vuelta a atrás. En mi opinión, el piloto de la serie de La Primera todavía fue un poco largo, pero a lo mejor este error se subsana conforme va avanzando la temporada. Otra cosa que me dejó un poco despistada fue el aspecto tan cinematográfico que tiene la serie. Al principio me descolocó bastante tanto cambio de plano, sobre todo en exteriores (hasta lo pasé un poco mal en la escena del partido de fútbol), pero luego ví que la cosa era mucho más sobria cuando había una conversación íntima en una localización interior. Y aunque creo que una historia como la de Pelotas no se va a lucir más por tener una planificación y factura cinematográficas en lo que a la parte visual se refiere, una parte de mí agradece el esfuerzo por hacer un producto de tanta calidad para nuestras pequeñas teles. Y poder disfrutar de esos personajes, de ese humor borde y tierno a la vez con situaciones que te hacen soltar pena, medias sonrisas y carcajadas a partes iguales. Todo resulta tan familiar… pero a la vez no cansa. Es como si la serie, en su estado embrionario, hubiera dado un salto y hubiera caído en el lado correcto del costumbrismo y la tragicomedia. Y eso es porque hay una visión personal y un concepto detrás, en definitiva, porque tiene alma. Además, el tema del fútbol puede enganchar a mucha gente, aunque a mí no me interese lo más mínimo.

Todas estas series han tenido una buena acogida por parte de la audiencia, en especial los tres estrenos mencionados, que han hecho unas cifras más que impresionantes (sobre todo Doctor Mateo y Águila Roja). Y la mayoría no son un bodrio. Por favor, que esto solo sea el principio. Que sigamos avanzando para tener una ficción televisiva nacional entretenida y de calidad. Que convirtamos nuestra tele en algo que nunca ha sido: un ser inteligente.

the_dresden_files

 

 A veces necesitamos entretenimiento. No me refiero a programas dirigidos al espectador de encefalograma plano, ni a aquellos que aprovechan el morbo para venderse por las esquinas. Simplemente, hay días en los que enciendes la tele esperando encontrar algo que no sea una obra maestra (lo cual es fácil), pero que tampoco insulte a tu inteligencia (entramos en la parte difícil). Lo que parece un amplio espectro fácil de explotar entre dos extremos es, hoy por hoy, el misterio mejor guardado de la tele en Spain cañí. ¿Existen programas capaces de conseguir tu interés sin hacerte sentir como una arpía/gilipollas/depravada/avergonzada/culpable de asesinato en tercer grado y que, a su vez, se mantengan ajenos a grandes aspiraciones intelectuales? Si los hay, ¿dónde se esconden? El pasado sábado-14-de-febrero-san-valentín descubrí uno. Es lo que tiene quedarse en casa con tu novio a cocinar lasaña y ver Kill Bill.  A eso de la una de la mañana, pasaron en Cuatro un capítulo de  Dresden, una serie americana de la que solo sé que está basada en un libro y parece reciente.

Dresden (The Dresden Files, en inglis pitinglis) cuenta las aventuras de un mago de Chicago que un capítulo tras otro se ve envuelto en la investigación de sucesos escabrosos que siempre acaban teniendo un lado paranormal. De esto te das cuenta a los tres minutos de que empiece el episodio, y ese es el tiempo  que tiene el espectador rehacio a tragar con cualquier idea o trama relacionada con Harry Potter, la wicca o el mundo de la fantasía gótica, para decidir si cambia o no de canal.  Si dejas el mando en paz, no verás un episodio de Doctor en Alaska, pero el universo de Harry Dresden y los suyos es lo suficientemente fuerte como para sujetar unas tramas sencillas y bién elaboradas, con unos personajes construidos a la medida justa del producto final. Cuando una empieza a ver runas que se iluminan por las paredes y dragones que escupen fuego verde y no siente vergüenza ajena, es que algo funciona. Esta serie es puro entretenimiento a la americana, pero de ese del bueno, el que sabe exactamente a qué se refería Aristóteles con lo del punto medio. Y aunque no hallaréis mayor virtud que ésta en Dresden, el programa tiene algunas otras: 1- Al contrario que el vampiro de Moonlight (ese hijo secreto de Iker Jiménez y el presentador de «Identity»), el protagonista no da grima. 2- Hacen falta espacios televisivos dirigidos a un público adolescente en los que no aparezca Rafa Méndez.  3- Esta serie es un ejemplo de la calidad que podrían alcanzar nuestros productos nacionales si alguien por ahí no se empeñara en hacer capítulos de 70′ , forzar el «product placement», escribir guiones con los ojos cerrados y hacer castings con el ojo del culo. He dicho.


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Teasing and braiding can, like any craft, be learned. But as to determining which episodes hold promise (as oysters hold pearls), it is not without justice that this art is called divining.

PARTIDA DE NACIMIENTO